Wilhelm Reich relata su primera visualización de orgón en el cielo

Wilhelm Reich relata su primera visualización de orgón en el cielo

En el verano de 1940 tomé unas vacaciones y viajé a Maine, en Nueva Inglaterra. Una noche -aún bajo la presión del enigma no resuelto- comencé a observar el cielo sobre el mar. La luna estaba a muy poca altura sobre el horizonte occidental; en el sector opuesto del cielo, sobre el este, se veían estrellas que titilaban intensamente. Advertí que las estrellas que estaban en el cenit no titilaban con la misma intensidad. Si se cumplía la teoría según la cual el titilar de las estrellas se debe a la difusión de la luz, todas las estrellas -estuvieren donde estuvieren- deberían titilar con igual intensidad y, en todo caso, la titilación debía ser más marcada en las proximidades de la luz lunar. Pero ocurría justamente lo contrario.
Comencé a observar las estrellas por separado a través de un tubo de madera. Sin proponérmelo dirigí el tubo hacia un manchón azul oscuro del cielo, entre las estrellas. Para mi sorpresa vi en el campo circular del tubo una animada titilación, seguida por un entrecruzamiento de finos rayos de luz. El fenómeno se fue perdiendo a medida que yo movía el tubo en dirección a la luna. Alcanzaba su máxima intensidad en los lugares más oscuros del cielo, entre las estrellas. Eran los mismos temblorosos y minúsculos puntos de luz y las mismas finas rayas que yo había aprendido a conocer tan bien en mi caja. Inserté una lupa en el tubo para agrandar las imágenes. De pronto, mi cajón perdió todo misterio. El fenómeno se había hecho perfectamente inteligible. La radiación que contenía mi cajón sin cultivos provenía simplemente de la atmósfera :::: La atmósfera contiene una energía de la cual yo no había oído hablar hasta ese momento::::
No podía tratarse de “rayos cósmicos”. Nadie había visto los rayos cósmicos a simple vista. Por otra parte, los físicos aseguran que los “rayos cósmicos” provienen del espacio exterior y, por lo tanto, no tienen origen en nuestro planeta, si bien en los últimos tiempos hay quienes afirman que no es así. Pero si la supuesta radiación cósmica de los físicos fuera de origen planetario, no sería otra cosa que rayos de orgón. El gran “poder de penetración” de los “rayos cósmicos” se explicaría simplemente por el hecho de que la energía orgánica está presente en todas partes.
Dirigí el tubo hacia la tierra y las rocas. El fenómeno se repetía, unas veces era más intenso, otras menos. En las nubes ocurría lo mismo aunque en forma más intensa. Ahora entendía: Durante mis experimentos de control de la radiación SAPA había descubierto la energía orgánica atmosférica.

 

En el próximo post::: “Ahora trataré de describir la energía orgónica en forma sistemática y de manera tal que cualquiera pueda descubrirla por sí mismo, sin recorrer los complicados caminos que yo recorrí con mis experimentos sobre biones. Al redescubrir el orgón conoceremos muchas propiedades desconocidas en otras formas de energía. Sólo después de esta exposición entenderemos la lógica que establece un vínculo entre el “bion azul” y su función energética, y la energía atmosférica. El orgón atmosférico podía haberse descubierto, sin duda, aun cuando no hubieran mediado los biones SAPA. Sin embargo, gracias a este complicado rodeo a través de la radiación bionosa hemos adquirido una visión de profundo significado: La energía que gobierna todo lo vivo tiene que ser lo mismo que la energía atmosférica; de lo contrario no habría conducido al descubrimiento del orgón atmosférico.”

Extractos de “La biopatía del Cáncer” de Wilhelm Reich.

Su descubrimiento de la energía orgónica devendría más tarde en el desarrollo de la terapia bioenergética, que desarrollaremos en otros posts.

http://fibrasdetrueno.com.ar/bioenergetica-en-capital-federal/

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